A todos los españoles presentes en el bar donde vimos el partido Fran y yo sólo nos invadía la ilusión y las ganas de cantar muchos goles... sí, efectivamente íbamos de sobrados, España no encontró su juego en todo el partido y, a pesar de hacer muchas ocasiones de gol, Suiza se encontró con un gol que, a día de hoy, aún no saben como metieron, pero que les dio la victoria por la mínima, un doloroso 1-0. Yo creí en la posibilidad de ganar hasta el final, pero con el pitido del árbitro mi cara se quedó al menos 2 minutos sobre el hombro de Fran, con un nudo en la garganta, como si volvieramos de golpe a ese pasado derrotista y tan triste de la España de los Mundiales, como si la ilusión se hubiera roto en mil pedazos... Esa ilusión generalizada, que se plasmaba en banderas, caras pintadas y una gran marea roja que invadía las calles, daba paso a las críticas sobre el juego español, a la alegría no comprendida de algunos "españoles" que mezclan fútbol con política y también a las críticas injustas hacia el capitán de la Selección.
Ya no quedaba lugar para el error y todos los españoles éramos conscientes de la importancia de los partidos venideros.
En vez de venirnos abajo, enseguida entendimos que nuestro equipo era mucho más que lo que vimos ante Suiza, era Campeón de Europa, el título que nos hizo creer, el título que conseguimos bajo el grito de PODEMOS. Había que unirse, animar, pintarse la cara y hacer mucho ruido, para que todo nuestro calor llegara a los nuestros en el frío Sudáfrica.
Con ese espíritu llegamos al 21 de Junio, a las 20.30 horas. Nos esperaba el España - Honduras. Ya no me encontraba en Cádiz, que tan mal resultado había dado, sino en San Fernando, en nuestro bar de siempre, donde hemos celebrado tantas victorias, donde vimos a Iker levantar la soñada Eurocopa, donde hemos discutido tantas veces de fútbol, discusiones que ahora no se repetirían pues todos defendíamos unos mismos colores. Allí rodeados de amigos y familia, con camisetas de España o con algún motivo rojo, con banderas, con trompetas, con la cara pintada, incluso con una ruidosa vuvuzela, como debe ser.
Ese día, conseguimos tomar un poco de aire, sonreir y olvidar el susto de Suiza, un 2-0 nos hacía creer de nuevo y entonar el ya famoso "Illa, illa, illa Villa Maravilla". Pero esta vez no nos hacía confiarnos y caer en la euforia... habíamos comprendido el toque de atención.
Nos lo jugábamos todo contra Chile, había que ganar, ser primeros de grupo y evitar a la siempre peligrosa Brasil.
Con los nervios en el cuerpo y con el pensamiento de que solo valía ganar, llegamos al 25 de Junio. A las 20.30 horas nos esperaba el Chile - España y de nuevo nos reunimos en un bar cada vez más lleno. A pesar de que Chile nos ahogó desde el principio, conseguimos llegar al descanso con un tranquilizador 0-2 en el marcador. En el bar todo eran sonrisas y miradas cómplices, sin embargo Chile consiguió acortar distancias a los dos minutos del segundo tiempo, confirmándonos lo que ya habíamos sospechado muchos de nosotros... en este Mundial no habría tregua, no habría una victoria fácil: nos tocaba sufrir.
A la postre, este 1-2 se convirtió en el marcador definitivo y nos permitía pasar la primera ronda, al mismo tiempo, abría de nuevo las ilusiones, los sueños...
Habíamos conseguido superar el bache, espantar a los fantasmas del fracaso, habíamos pasado la primera ronda, y como primeros de grupo.
Ahora nos esperaba la vecina, Portugal, que se planteaba como un hueso muy duro de roer.
To be continued...